Una de las cosas más fascinantes de la navegación
es el lenguaje que se emplea a bordo. En la jerga del mar, el viento no gira sino que rola por eso en
los minutos finales del espacio quiero
compartir contigo lo aprendido junto a los más experimentados pescadores del
poblado. El mar es todo un mundo que tiene su propio lenguaje y este no se ha desarrollado por snobismo sino
para asegurarse que se dan las citas, órdenes u indicaciones correctas, de
manera que el receptor del mensaje responda con un gesto determinado. Embarcados,
no tenemos una parte a la izquierda o a la derecha sino que tenemos babor o
estribor. Tampoco existen delante y detrás, sino proa y popa. Hay un dicho
marinero que nos dice: en un barco no hay más cuerda que la del reloj. Y es que
las cuerdas son cabos.
En este léxico particular encontraremos palabras típicamente
marineras: ensenada, jarcia, bergantín, tajamar, goleta, halar, escota,
pleamar, cangreja, orzar. También existen otras
conocidas, familiares y hasta famosas, como babor, sotavento, nao,
carabela, grumete, corso, gallardete, quilla, eslora, bitácora y muchas más.
Otras no nos resultarán tan populares: estay, bolina, codaste, bao, flechaste,
baluma, jabeque. No faltan bellas
expresiones como: rosa de los vientos, junto a otras, quizá absolutamente
desconocidas pero muy propias del mar: mastelerillo de perico, ponerse en
facha o
puño de amura.
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